“Papá, ¿en qué momento los malos pasaron a ser buenos?” Esa fue la pregunta de mi hija de trece años luego de ver la película “Cruella” disponible en una conocida plataforma de televisión digital. Para poder comprender la pregunta tuve que recordar una de las películas clásicas de Disney, los “101 Dálmatas”. Esta película fue estrenada originalmente en la década del 60 pero quizás, su versión animada más conocida fue la del año 1996. (Alerta de spoiler) La historia cuenta como una pareja de perros dálmatas logra rescatar a todos sus cachorros de las manos de Cruella de Vil, malvada que los había robado con el propósito de fabricar sus propios abrigos de pieles. Han pasado los años y Disney decidió estrenar, meses atrás, una nueva película de la saga. Esta vez teniendo como protagonista a la mismísima Cruella de la vieja historia pero desde un ángulo diferente. En un intento por empatizar con el personaje que hay detrás de Cruella, la historia explica lo sufrido de su infancia y los vacíos que la llevaron a transformarse en la villana que fue. Ahora, ¿qué tiene que ver esto con la pregunta que me hizo mi hija? En segundos me di cuenta que Beatriz había notado algo que no estaba del todo bien. Y era el hecho de que es fácil tolerar lo malo si logras primero empatizar con el relato del personaje que hay detrás.
Y por favor, entiéndase bien, es verdad que debemos ver a todas las personas desde la cruz y tal como Jesucristo nos ve, pero diferente es tolerar y normalizar la maldad en sí.
Cuestión similar sucedió con “Joker” película estrenada el año 2019. El Guasón, como es conocido en hispanoamérica, siempre fue conocido como el archienemigo del justiciero Batman. Sin embargo, esta vez la construcción del personaje es totalmente diferente. De manera similar a Cruella se termina explicando, desde un lado más humano, el trato injusto y desigual que lo llevó a ser un resentido social transformándose en un antihéroe. El mensaje de la película a mi juicio es claro: ser malo y sanguinario no es tan grave si comprendes el sentimiento de venganza contra una sociedad que te ha marginado y se ha burlado de ti. No es difícil comprender entonces porque muchos adolescentes y jóvenes terminan admirando este tipo personajes hoy en día. Para sostener lo que digo, doy un último ejemplo, esta vez de la vida real aunque parezca también de película. Después del estallido social de octubre del 2019 acá en Chile, fue sorprendente ver la apología que se hizo de la violencia en las calles por los líderes de opinión. Fue surrealista ver como animadores y periodistas de televisión abierta dieron piso ético a la violencia de los jóvenes de la llamada «primera línea» asegurando que el descontento social y los años de atropello lo justificaba. Ahora pregunto con mi hija, ¿en qué momento los malos pasaron a ser los buenos de la película? Quizás en esto estaba pensando el profeta cuando aseguró que un día a lo malo llamarían bueno y a lo bueno, malo (Is. 5:20).-